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La vida es de repente


¿No has pensado alguna vez que no perteneces a la vida real? ¿No has querido nunca ver la vida más allá del trabajo y del dinero? ¿Seguro? ¿No has metido nunca la pata? Yo sí.  He dicho cosas que no sentía y callado las que sí. Y al revés. ¿Has llorado alguna vez hasta que te ha dolido el pecho y te has quedado sin lágrimas? ¿Hay cosas que no entiendes hasta que no soportas la rabia? Perdóname y perdona. A pesar de que en ocasiones vamos a seguir sintiendo envidia o celos, de que vamos a ser incapaces de alegrarnos a veces por la felicidad de otros, de que vamos a seguir gritando unas cosas y guardándonos otras, quizá inoportunamente.

Dos días después de la pérdida:

Como si no hubiera pasado nada, es como tengo que comportarme para pasar página pero pensar en hacerlo me hiere. Ahora quiero regodearme en mi dolor, en mi misma, en mis entrañas, en cada punzada de mis ovarios. Seguro que pasará el tiempo y estaré, otra vez, en paz conmigo y con los demás. Pero ahora no. Sólo pienso en lo violento de la situación, con mi incómoda postura, la explicación del médico, desviando la mirada hacia mi madre, ella aguantando estoicamente con los ojos húmedos, a mi lado pero sin tocarme, la frialdad al pagar la consulta, aguantar el llanto, sentirme ridícula, querer esconderme del mundo, cerrar la puerta de casa y llorar. Esperarlo a él, a mi marido, que sabe a medias; nuestra ilusión sólo ha durando unas semanas y médicamente, en mi interior, quizá no más de unas horas o unos días. Y eso me hace sentir tremendamente tonta. Y para mí, ahora, de repente, han cambiado muchas cosas. La vida es, de repente.
Durante las primeras horas rechazo cualquier mirada, palabra o contacto. Miro a mi hijo de cinco años, los cumplió justo el día anterior a la noticia. Quiero besarlo y a la vez que no esté aquí, que no me vea así. Me pregunta por qué lloro. Porque estoy triste. Por qué? Porque, de momento, no vamos a tener al hermanito. Se enfada, me pregunta por qué y si va a tener que decírselo a sus amigos. Con sus cinco añitos recién cumplidos reacciona igual que yo, primero con tristeza y rabia y pensando en las explicaciones a dar. Suerte que se le pasa rápido y continúa con sus juegos y risas.
Yo sigo llorando sin consuelo, quiero estar sola y a la vez no. Me gustaría estar a solas con mi marido, que se sentara conmigo y compartiera mis emociones pero le noto lejano. Cerca pero lejos. Cansado. No sé si por no saber qué decir ni qué hacer reacciona como si no pasara nada, tal vez por nuestro hijo que está delante. Ha trabajado muchas horas con la carga de la noticia y lo he recibido en casa a gritos muy enfadada. Y cuando por fin, otra vez lloro y me abraza siento que quiero estar así horas. Todo el tiempo del mundo para nosotros solos. Pero se hace tarde; la cena, el peque tiene cole mañana, estamos cansados. Sobrepasados. Yo ya sé que la tempestad de mis hormonas y mis emociones ya ha explotado y no va a haber forma de pararla. De repente, parece que mis hombres ahora me molestan. Se comportan como si nada y yo quiero gritar que a mí si. Que el hecho de que el embarazo no siga me hace sentir inútil, unido a otros pensamientos sobre mi situación profesional y económica. Hace casi un año y medio que no tengo trabajo, un año justo sin ingresos; ¿de verdad hubiéramos podido mantener dos hijos y una hipoteca con un sólo sueldo? Pero pensar en esa realidad ahora es cruel. ¿ La naturaleza es sabia? Sí, y cruda. El futuro bebé, mi guisante de ocho semanas no ha seguido formándose porque sus células eran defectuosas, eso es lo más probable pero quién sabe en esos tamaños microscópicos. Ahora no me lo digas, por favor. No tenía que ser, no ha sido, no quiero oírlo.
Al día siguiente no quiero salir a la calle, me da apuro que alguien me pregunte. Sigo en casa, llorando. Procuro que otras personas se hagan cargo de mi hijo y mi marido sigue pareciéndome que no está. Comienza el dolor físico, soportable pero poco a poco más fuerte. Me dicen que no le de más vueltas y necesito darle todas las vueltas del mundo para tarde o temprano, estar bien. Lo explico en las redes sociales, me libero así un poco. Vuelvo a enfadarme. Soy capaz de entretenerme con algunas manualidades.”

Doce días tras la pérdida:

Voy a ratos; puedo estar muy triste, muy enfadada y muy contenta, irónica, sarcástica y rabiosa, sobretodo con los más  cercanos. Me doy cuenta de que quizá, voy a necesitar ayuda. Desactivo mis cuentas de Facebook e Instagram por unos días. Encuentro las webs de varias asociaciones de duelo gestacional y perinatal: Petis amb llum, Umamanita, Proyecto StillBirth y Duelo con doula. Entre todos los pensamientos sobre mi aborto espontáneo hay sitio para cosas normales del día a día y para ideas positivas y bonitas pero también para mucha rabia y odio hasta que me duele el pecho. Puedo entretenerme con una peli un rato, con mis hombres, pero vuelvo a caer en el llanto o en el mal humor. Puedo salir de casa. Me gustaría querer ahora a mi marido como el primer día, cuando una llamada, un beso o  sólo estar juntos era suficiente. Ahora está nuestro hijo y nuestra casa, nuestros tesoros y se me olvida que siempre, siempre, nos tenemos uno al otro. Y retomo ideas para el blog.”

Soy yo la que elige contarlo y de esta manera, porque es como sé y como quiero. Este blog no es para excusarme, ni para que me entiendas, o sí… no lo sé, no tengo un manual, sólo voy improvisando. La vida es, como dice el anuncio, de repente. De repente, un instante, te cambia para siempre, y puede ser para bien o para mal.
Esto es como un diario personal pero que he hecho público, mezcla de banalidades y pensamientos y hasta mi terapia. Una parte grande de mi intimidad, una ventana abierta al mundo como he dicho alguna vez. Con sus consecuencias buenas y malas y que hago con toda la pasión, más imposible. Cuando caigo lo cuento aquí, cuando vuelvo a empezar también. Y lo explico como si fuera sólo para mí. De repente, me doy cuenta que lo has leído y dudo. ¿Te vas a crear una idea de mí equivocada? ¿Me juzgarás? ¿Estarás de acuerdo conmigo? Puedes malinterpretarme, pero lo mismo que fuera de aquí. Ya no me importa esa parte.

A ti perdón y gracias. A ti también, te quiero, te quiero. La vida es, de repente en blanco y negro pero de repente puede ser gris. Y poco a poco volverse de colores, otra vez. De repente, este blog cumple tres años. Gracias por leer. Con nuevos planes poco a poco, gracias otra vez.

Post by Merche.

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